Queramos o no reflejamos, como sociedad y como personas, en nuestro comportamiento, en nuestras decisiones cotidianas, en cómo se cuentan las cosas, actitudes que pueden generar prejuicios, a veces de forma tácita y otras, de una manera directa. Algunas personas etiquetan a otras en una búsqueda de seguridad, por un anhelo de pertenencia, o por una necesidad de autoestima, para evitar un conflicto interior, ya que así creen que les será más fácil "leer el mundo" y situarse en él, desde una posición de superioridad. Pero deformar la realidad para que se adapte a unas creencias sesgadas y poco lógicas no es una solución, aunque permita un alivio temporal, una persona solo puede sentir paz si se trabaja primero desde dentro.
Y es que los niños y las niñas son como esponjas, absorben cualquier información, todo lo que reciben de su entorno y lo toman como verdadero, sin plantearse ni cuestionarse nada, de forma inconsciente, aunque sea doloroso para ellos. Y de forma insidiosa se puede instalar un sentimiento de rechazo, a veces hacia uno/a mismo/a, por no ser de la manera adecuada (en general, hombre heterosexual y blanco o caucásico).
En el siguiente vídeo observamos como afectan estos prejuicios, en esta caso, basados en el color de la piel a las niñas y los niños y, qué sentimientos genera.
Afortunadamente, una vez que estas niñas y niños crecen es posible que aprendan a filtrar la información que reciben de la sociedad y diferencien lo que realmente concuerda con sus valores y lo que no. En este caso la educación en valores, tanto en casa como en la escuela va a ser fundamental para que rechacen una visión sesgada de la sociedad y consigan sentirse libres de prejuicios, de discriminaciones y de miedos. Aunque no en todos los casos va a ser así.
¿Hacia dónde vamos y hacia dónde quieres ir? Pequeñas acciones marcan la diferencia.
Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión. Nelson Mandela.
Jesús Mendieta Martínez
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