Cuando damos vueltas a una situación problemática y empezamos a temer que ese problema nos afecte demasiado, no lo podamos resolver y/o nos lleve a una situación embarazosa en el futuro, nos estamos preocupando. Y claro está, cuando pensamos mucho y repetitivamente en un problema o nos dejamos llevar por una preocupación es señal de que nos estamos preocupando demasiado y si no buscamos una solución podemos llegar a que esas preocupaciones nos atemoricen, nos obsesionen y nos bloqueen. Las preocupaciones producen intranquilidad, temor, angustia o inquietud. Es normal y no tiene nada de malo preocuparse, siempre que el grado de preocupación sea proporcional al supuesto peligro de la situación problemática ya que puede ayudarnos a que nos enfoquemos en su resolución de forma adecuada y acertada. Pero, ¿por qué algunas personas tienden a preocuparse demasiado? La respuesta es que asumen alguna o varias de las siguientes maneras de pensar.
Principalmente, las personas que se enganchan con las preocupaciones suelen tener estos tipos de pensamientos sobre el hecho de preocuparse, que hace que éstas se mantengan o aumenten:
- Evitar lo que se teme de forma supersticiosa: hay personas que creen que preocuparse porque ocurra algo temido hace menos probable que realmente ocurra. Normalmente la persona que se preocupa demasiado suele temer que pasen cosas cuya probabilidad de que ocurra es muy baja (que mis padres tengan un accidente al hacer algún traslado en coche, por ejemplo) y, como no suele ocurrir eso que se teme, mediante un proceso de reforzamiento negativo (no ocurre lo que se teme), se refuerza la permanencia de este hábito mental.
- Evitar lo que se teme de forma real: hay personas que piensan que preocuparse les va a ayudar a evitar lo que teme. En este caso la preocupación es vista como una forma de resolver problemas y el hábito queda instaurado.
- Evitar temas emocionales más profundos: a veces, preocuparse es un medio de evitar pensar tanto en otras cosas más perturbadoras del pasado (traumas, experiencias negativas o problemas en las relaciones), como en las del presente, por ejemplo, problemas en las relaciones con los/as demás .
- Prepararme para cuando ocurra lo que temo: se puede pensar que si empiezo a preocuparme de antemano, llegado el momento, no voy a sufrir tanto si ocurre eso que temo; pero esto no es verdad, el sufrimiento se sumaría.
- Motivarme: hay personas que usan la preocupación como una manera de motivarse para hacer lo que haya que hacer. Por ejemplo, una persona que hasta que empieza a preocuparse con la posibilidad de suspender una asignatura no se pone a estudiar.
- Rasgo positivo de personalidad: hay muchas personas que piensan que las personas que se preocupan son buenas personas y si alguien que se preocupa recibe este mensaje, el hábito de preocuparse queda reforzado positivamente.
Es importante que si detectas que te preocupas en exceso, analices la forma o formas particulares en las que estas creencias pueden influir en el inicio y en el mantenimiento de tus preocupaciones y, si te sientes identificado/a con alguna/s de ellas, las modifiques por otras que te permitan funcionar desde el interés porque las cosas sucedan como quieras, en vez de desde el miedo que ocurran cosas "terribles". Estas creencias sobre las preocupaciones permiten que nazcan y se mantengan en el tiempo, enfocando a la persona en buscar atenta y prioritariamente lo malo que le pasa o pudiera ocurrir en su vida, sesgando su realidad e intoxicando sus emociones.
No puedes evitar que los pájaros de la preocupación y la inquietud vuelen sobre tu cabeza.Pero puedes impedir que aniden en tus cabellos. No te contamines con todo aquello que no sirve, aprende a descartar de tu mente todo aquello que intoxica tus emociones. Bernardo Stamateas.
Por Jesús Mendieta Martínez (Psicólogo)
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