A partir del caso de "La Manada", se está hablando mucho de qué es una agresión sexual y qué es un abuso, en términos legales. Sin embargo, es necesario que hablemos también del proceso psicológico por el que pasa la víctima cuando sufre una violación, desde una perspectiva de género y desde el feminismo, ya que la mayoría de las víctimas de estos hechos son mujeres, tanto menores como mayores de edad. Y prácticamente la totalidad de los violadores son hombres, que ejercen esa violencia sexual hacia las mujeres, en su mayoría, y también hacia otros hombres cuando no cumplen el rol de masculinidad que le es asignado.
Primero hay que hablar de machismo. De cómo el machismo interpreta y considera a las mujeres de su propiedad, como objeto de su deseo "natural" e "irrefrenable", víctimas de una testosterona que "les obliga" a consumar un acto sexual cada vez que sienten deseo. Y que las mujeres sienten menos deseo, y cuando lo sienten no lo dicen y se las debe insistir mucho para que acepten tener relaciones sexuales. Para las personas más machistas, un no puede ser un sí. Y cuando "realmente" es un no, la mujer es tachada de frígida. Las mujeres dejan de ser personas para convertirse en un objeto inerte, que no sufre ni siente. Está ahí para satisfacer sus deseos, en este caso sexuales, pero también podemos hablar de deseos emocionales, de facilitadoras de su propio proyecto vital, de cuidadoras de sus hijos, de su padres, de personas dependientes, etc.
En segundo lugar, la violación es un ejercicio de poder, un acto de violencia en el que el violador necesita sentirse "por encima" de la víctima, manifestando un total desprecio por su cuerpo, su dolor o sus deseos. Sentir ese poder es muy adictivo.
Por otra parte, las mujeres han crecido con la desagradable (sí, desagradable) sensación de ser esos objetos sexuales, desde antes de saber si quiera lo que es la sexualidad, y son culpadas además porque sus cuerpos de mujer (o de niña) son los que provocan este impulso sexual irrefrenable de los hombres. Han soportado miradas, palabras, insinuaciones generalizadas, cuando no un acoso o un abuso más explícito. Las mujeres crecen en un entorno en el que aprenden que no importa si lo quieres o no, si estás preparada o lo que piensas en un momento determinado. El acoso sexual está presente a un nivel bajo en la inmensa mayoría de las mujeres y niñas y en un nivel moderado o alto por desgracia en otros casos.
Todo ello forma la sociedad patriarcal en la que vivimos. Esta realidad que nos rodea, es normalizada por la sociedad y, aunque a veces pueda llamar la atención un sentencia determinada como la de "la manada", en realidad existen muchas otras sentencias parecidas, que disminuyen la gravedad de los hechos porque la víctima no dijo un no claro, porque ella lo insinuó o lo provocó, porque era su pareja, por la ropa que llevaba, por andar sola de noche, o por su conducta jovial y festiva. Y en este caso, como en otros, además, por no haber sufrido agresiones físicas visibles, desgarros vaginales, rotura de huesos, que agravarían la sentencia. Pero no se tiene en cuenta que una violación es un hecho traumático en el que la víctima se ve paralizada y no ofrece resistencia física porque no puede, pero la violencia del hecho en sí es tan grave, que la dejará secuelas, en la mayoría de los casos para toda la vida, sufriendo estrés postraumático y vergüenza, culpa, asco, disminución de la autoestima, trastornos de ansiedad y dificultad para desarrollar su sexualidad y sentir placer con futuras parejas. El miedo acompañará a estas mujeres buena parte de su vida.
Además, la manera de enjuiciar y culpar a las mujeres y de minimizar la culpa de los hombres es una segunda manera de ejercer violencia hacia ellas. Les dificulta superar el trauma al no sentirse protegidas, acompañadas y sostenidas por el sistema. Empeora sus secuelas. El término de feminicidio fue acuñado por Marcela Lagarde a partir del trabajo de Janet Caputi, Deborah, Cameron, en su libro Feminicide: The politics of woman killing. Para Lagarde, "el feminicidio es el genocidio contra mujeres y sucede cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales que permiten atentados violentos contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de las niñas y de las mujeres".
Es importante hablar también de la respuesta fisiológica natural de los seres humanos ante situaciones de peligro inminente en la cual se produce una respuesta de estrés. Ante este tipo de situaciones, el ser humano siente ansiedad, miedo e ira, fundamentalmente, respondiendo de forma automática con la huida, la parálisis y la lucha, respectivamente según sea la emoción dominante. En un comunicado al Ministerio de Justicia, y a la sociedad en general, más de 1700 profesionales de la psicología y la psiquiatría explican cómo reacciona una persona ante este tipo de peligros.
Es necesario que la sociedad entienda todos estos factores para darse cuenta realmente de la gravedad del hecho y no se sigan dando sentencias (judiciales y sociales) que agraven las secuelas psicológicas y emocionales de las víctimas.
El objetivo de detallar tales atrocidades no es horrorizar al lector, sino tratar de avanzar en la resistencia a reconocer que las mujeres están viviendo actualmente en una época de extremos, crecientes y brutales feminicidios; una época en la cual el mito persiste entre muchas jóvenes mujeres, estudiantes privilegiadas, de que la revolución feminista ha sido cumplida y que tienen las mismas opciones y oportunidades que los hombres. Diana E. Russell, "Femicide in Global Perspective".
Irene Mollá Balañac
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