Con frecuencia, los problemas de pareja aumentan cuando nace el primer hijo. ¿A qué se debe esto? ¿Es irreversible? ¿qué podemos hacer? Son preguntas que muchas veces nos hacemos cuando estamos en esta situación.
El cansancio, la novedad de la situación, la presión que sentimos en nuestros nuevos roles y la falta de tiempo para dedicarle al otro son algunas claves para entender este proceso de crisis.
Comprender lo que está pasando
Durante el embarazo, la mujer experimenta una sucesión de cambios en todas las áreas de su vida que se prolongan hasta mucho tiempo después de dar a luz.
Físicamente su cuerpo cambia, el volumen aumenta y disminuye con mucha rapidez y esto hace que se sienta extraña en su propio cuerpo, poco atractiva, incómoda con su ropa, demasiado grande o pequeña. El posparto es a veces penoso. La lactancia requiere de gran energía física y mental. La conexión con el bebé y la dedicación a él/ella hace que, con cierta frecuencia, deje de cuidarse como lo hacía antes.
Laboralmente suele encontrar dificultades para mantener el mismo horario y/o ritmo de trabajo que antes. Los prejuicios, la falta de medidas de conciliación adecuadas, el sentimiento de culpa por no dedicarle más tiempo al bebé aumentarán sin duda su nivel de estrés. Su nueva situación suele ir acompañada por una disminución de sus recursos económicos, lo cual empeora su sentimiento de culpa.
Las relaciones sociales disminuyen por falta de tiempo y energía, las cuales son mucho más importantes de lo que solemos considerar. Esto, unido a lo anterior, produce una sensación de desarraigo con su vida fuera de la maternidad y puede hacer peligrar el disfrute de ésta.
Por otro lado, el padre, abrumado por el aumento de responsabilidad tanto económica, como de cuidado del bebé y tareas domésticas, puede reaccionar con desagrado a las muchas exigencias diarias que la situación le demanda. Además, la relación de la madre con el bebé, tan estrecha en todos los sentidos, puede hacer que se sienta apartado del vínculo familiar
A esto se le une la falta de intimidad y momentos positivos en pareja y la dificultad para reencontrarse sexualmente con el tiempo y dedicación que necesitan, sobre todo la mujer, después del parto.
En este ambiente de cansancio y elevada exigencia, es fácil que surjan conflictos y que se mantengan o empeoren por la falta de empatía hacia el otro y las distorsiones cognitivas que crecen y generalizan cuando no nos damos cuenta. Es importante, por lo tanto, mejorar la comunicación incluso antes del nacimiento.
¿Qué hacer?
- Ser conscientes de que están viviendo una etapa (pasajera) de alta exigencia y alto rendimiento, como si de una maratón se tratara. Para ello, la pareja debe aumentar la comprensión hacia la situación del otro y ofrecer muestras de cariño y complicidad.
- Comprender que la relación debe cambiar, para dar lugar al nuevo status quo. Otra versión, mejorada, de la relación.
- Elegir el tipo de relación que cada uno quiere tener con el bebé. No dejarse llevar por los roles sociales establecidos, si no construirlos en función de lo que cada uno, y los dos como pareja, consideren oportuno.
- Reconocer y valorar verbalmente lo que hace el otro.
- Comunicar los miedos y dificultades que encuentren en el camino y acordar escuchar al otro cuando esto suceda (sin dar solución a sus quejas).
- Regalar tiempo a la pareja para que desconecte de su rol de madre o padre (debe ser recíproco).
- Ofrecerse a hacerse cargo de la situación cuando vea al otro/a desbordado/a.
Estas son algunas claves para superar las crisis de pareja tras el nacimiento del primer hijo. Mejorar la comunicación con la pareja cuando se dan este tipo de situaciones nos ayuda a crecer tanto como personas, como en pareja.
Irene Mollá Balañac