Las diferentes maneras de comunicarse entre un hombre y una mujer

Hombres y mujeres generalmente aprenden a comunicarse con los demás de forma diferente; cuando un hombre y una mujer construyen la pareja es muy habitual que aparezcan algunos problemas debido a esta forma diferente de comunicarse que han adoptado. El libro, "Con el amor no basta" nos instruye en estas diferencias de comunicación entre hombres y mujeres:

Daniel Maltz y Ruth Borker resumen una serie de conclusiones que arrojan luz sobre por qué las parejas matrimoniales tienen problemas al comunicarse. Una razón es que mujeres y hombres tienden a diferentes estilos de conversación. Aunque una persona posea en esencia el mismo estilo que su pareja, en la mayoría de los casos en los que hay diferencias en este aspecto, la mujer adopta un estilo "femenino" de conversación —culturalmente definido— y el hombre, un estilo "masculino".

Es característico que las mujeres muestren una mayor tendencia a hacer preguntas y así lo atestigua una encuesta de preguntas-respuestas en un estudio hecho sobre conver­saciones femenino-masculinas. Algunos investigadores opi­nan que la predisposición femenina a interrogar denota su interés en mantener las interacciones de rutina entre las personas. El interrogatorio es una señal de que ellas asumen la responsabilidad de allanar la conversación y mantener su fluidez. Este recurso coloquial también puede representar su mayor compromiso en las relaciones personales.

Los hombres, probablemente, son menos propensos a efec­tuar preguntas personales. Lo son a pensar: "Si ella quiere decirme algo, me lo dirá sin que se lo pregunte"

 

Una mujer reflexionará: "Si no pregunto, él pensará que a mí no me interesa". Para los hombres, es posible que preguntar represente un entrometimiento y una invasión de la privacidad, para las mujeres, no obstante, es una muestra de confianza y una manifestación de interés.

Las mujeres usan más emisiones sonoras para alentar respuestas de la otra persona. Suelen usar señales de recepción como "mm-hum" para demostrar que prestan atención. Un hombre, por lo regular, usará esta respuesta sólo cuando está de acuerdo con lo que dice su mujer, en tanto ella lo hará simplemente para indicar que escucha. Así, un marido interpretará las señales receptivas de su mujer como manifestación de que ella está de acuerdo con él. Más tarde, podrá sentirse traicionado cuando descubra que ella no estaba de acuerdo con él en absoluto. No se da cuenta de que ella sólo demostraba su interés en lo que él decía y "mantenía viva la conversación". La mujer, por otro lado, se siente desairada y disminuida porque su marido no emite sonido receptivo alguno, lo que ella interpreta como falta de interés.

Los hombres son más propensos que las mujeres a hacer comentarios en el transcurso de la conversación en vez de esperar que la otra persona termine de hablar Las mujeres, después que se las ha interrumpido o han fracasado en lograr una respuesta receptiva, aparentan estar más afligidas y dispuestas a hacer una "protesta silenciosa". Esta diferencia está a la zaga de la queja de muchas mujeres: "Mi pareja siempre me interrumpe" o "El nunca escucha". Las mujeres también muestran un mayor uso de los pronombres tú, usted y nosotros, lo que implica, en la cuestión, al interlocutor. Este estilo de conversación promueve un sentido de unión.

Como consecuencia de estas investigaciones, una pareja podría tener en cuenta las siguientes observaciones acerca de las costumbres de los hombres en la conversación:

- Los hombres son más propensos a interrumpir a sus interlocutores, hombre o mujer.

- Es menos problable que contesten los comentarios de la otra parte; con frecuencia no responden o no se dan por aludidos, responden tardíamente al final de la exposición del otro o demuestran un mínimo grado de interés.

- Están más dispuestos a desafiar o a discutir las manifestaciones de su pareja, lo que explica por qué el hombre suele parecer polémico.

- Los hombres hacen más declaraciones de opinión o de hecho que las mujeres. Algunas se sienten agraviadas por la voz de la autoridad y no se dan cuenta de que las aseveraciones de sus parejas respresentan más un estilo masculino que un sentido de la superioridad. 

En vista del contraste de los estilos de conversación entre hombres y mujeres, las condiciones están dadas para que surjan los conflictos. Una esposa, por ejemplo, podría percibir a su marido como desinteresado, controlador y no receptivo cuando, en realidad, su modo de hablar refleja simplemente el estilo que aprendió a usar con todos, no sólo con ella. Juicios tales como "Mi esposo nunca escucha" o "Mi pareja está en desacuerdo con todo lo que digo" muy a menudo reflejan la manera de hablar del hombre en vez de alguna insensibilidad o mala voluntad hacia su pareja. Saber que estas diferencias entre los sexos existen y que no son causadas por mala fe, falta de respeto o de interés, puede ayudar a que las parejas conozcan el estilo de su cónyuge sin que se sientan agraviados y les proporcione protección contra el malentendido.

 

A pesar de estas diferencias en los estilos de comunicación, es indiscutible que las parejas pueden mejorar sus relaciones si aprenden a sincronizarlos. En vista del impor­tante significado simbólico en el estilo del habla, un marido podría allanar la comunicación si él, por ejemplo, fuese un oyente más participativo e interrumpiera o polemizara menos con su mujer. También ayudaría si él prestase más atención al espíritu de la conversación y reconociera que las muestras de su atención (señales activas de recepción o gestos) a menudo son tan poderosas como las mismas palabras, si no más. Por último, debe reconocer que sus declaraciones dogmáticas son un "freno a la conversación".

EXPLICACIÓN DE LAS DIFERENCIAS DE ESTILO

 

Aunque resulta tentador atribuir la diferencia de estilo coloquial al poder asimétrico de las relaciones entre hombres y mujeres, o a la existencia de diferencias de personalidad entre ellos, hay también otras explicaciones. Muchas pruebas apoyan la idea de que, con respecto al estilo de conversación, hombres y mujeres se comportan como si pertenecieran a dos subculturas diferentes. Maltz y Borker señalan que existen marcadas diferencias específicas entre ambos sexos acerca del concepto de pláticas amistosas, las normas para iniciar una conversación y las reglas para interpretar lo que dice el otro miembro de la pareja. Este enfoque sociológico considera que los problemas en la conversación provienen de las diferencias en la forma en que las personas hablan y escuchan o de cómo oyen lo que dice el cónyuge.

ORIGEN DE LAS DIFERENCIAS ENTRE SEXOS

 

El mundo de las jóvenes

 

Maltz y Borker señalan que, en gran parte, la amistad entre las jóvenes, en contraste con la de los muchachos, se basa en las charlas que mantienen entre sí. Observaciones sistemáticas demuestran que las jóvenes aprenden a brindar apoyo, a permitir que los demás hablen y a admitir lo que dicen otras jóvenes como un modo de mantener relaciones de igualdad y de unión. Así, entre las jóvenes, la conversación representa un puente, un poder aglutinante.

Las jóvenes tanto inician como terminan una amistad por medio de la conversación. Las mejores amigas comparten secretos que las unen y son más francas que los chicos para comentar sus sentimientos, amor, odio, ansiedad, tristeza. También aprenden a criticar y a discutir con otras chicas sin que se las catalogue como "mandonas" o "desconsidera­das". Son menos propensas que los varones a dar órdenes a los que las rodean, porque esa conducta contraría su concepto de igualdad. Cambiantes alianzas entre pequeños grupos de jóvenes de similar condición las llevan a prestar mucha más atención para descifrar los propósitos de otras chicas. De este modo, se perfeccionan cada vez más en adivinar los móviles de unas y de otras, detectar matices e interpretar lo que la gente quiere decir.

El mundo de los chicos

 

Los chicos tienden a jugar en grupos más grandes y organizados, que dan más preeminencia a la posición social y a la autoridad. Los menos dominantes tienen un rango relativamente bajo dentro de su grupo y están formados para sentir la inferioridad de su posición. En contraste con el de las jóvenes, el mundo social de los varones consiste en adoptar posturas, afirmar su dominación y tratar de atraer la atención de un auditorio. Su conversación está repleta de órdenes como "Levántate", "Dámelo" y ridiculizaciones: "Eres un tonto". También sienten inclinación por las amenazas o bravatas como éstas: "Si no te callas, te voy a reventar la boca". Además, tienden a ser mucho más discutidores que las jóvenes.

En tanto las jóvenes utilizan las palabras a modo de puente, los varones, más a menudo que aquéllas, las usan como armas o instrumentos de dominación. El chico más poderoso de un grupo no es precisamente el de físico más agresivo, sino, por el contrario, el varón más hábil y eficaz con su discurso. Quienes revelan secretos, con frecuencia se enfrentan con la burla, los desafíos y comentarios de tipo sarcástico; son aficionados a humillar y a las triquiñuelas verbales para "pescar" a otro muchacho.

Dadas estas amplias diferencias en los estilos de lenguaje entre unos y otras, no es sorprendente que surjan fricciones cuando un muchacho hace pareja con una chica, lo que no ocurre cuando se reúne con otro varón o grupo de ellos.

 

La conversación de un varón suele girar alrededor de la do­minación y competencia, en tanto que una joven procura intimidad e igualdad.

Una encuesta realizada por la revista Family Circle obtuvo resultados reveladores, los encuestados indicaron que las mujeres están mucho más dispuestas a hablar sobre detalles últimos de sus vidas con sus congéneres que a hacerlo con los hombres. De hecho, el 69% manifestó que si son infelices prefieren revelar este sentimiento a sus mejores amigas y no a sus cónyuges o amigos.

Resumen de las diferencias

 

Las diferencias fundamentales en las conversaciones entre hombres y mujeres, que aparentan provenir de las diferentes subculturas de varones y muchachas, se resumen de la siguiente forma.

-    Las mujeres parecen considerar las preguntas como medio para mantener una conversación, en tanto que los hombres las consideran como peticiones de información.

-   Las mujeres tienden a conectar "puentes" entre lo que su interlocutor acaba de decir y lo que ellas tienen que decir.

-     Los hombres por lo común no siguen esta regla y a menudo parecen ignorar el comentario precedente de su interlocu­tor.

-    Las mujeres parecen interpretar la agresividad de su inter­locutor  como  un   ataque   que  rompe  la  relación.   Los hombres, en cambio, toman la agresividad como una simple forma de conversación.

-  Las mujeres están más dispuestas a compartir sentimien­tos y secretos. A los hombres les gusta hablar sobre temas menos íntimos, como deportes y política.

- Las mujeres tienden a discutir sus problemas, compartir sus experiencias y brindar seguridad. Los hombres, por otro lado, tienden a oír a las mujeres (así como también a otros hombres), quienes discuten problemas con ellos, como si hicieran explícitas demandas de soluciones en vez de buscar un oyente solidario.

 

 

Diferentes significados de la conversación

 

Estas variaciones en el significado de la conversación conducen a maridos y esposas a tener expectativas muy diferentes. Con frecuencia, las mujeres quieren que sus parejas sean una versión nueva, mejorada de la mejor amiga. Se entusiasman cuando sus esposos las hacen partíci­pes de secretos, disfrutan siendo su confidente y se perturban cuando sus maridos ocultan los sentimientos.

Aún cuando muchos maridos no llenan los requisitos de intimidad de sus mujeres, el hecho es que ellos prefieren confiar en sus esposas antes que en otras personas. Cuando he preguntado a las parejas. "¿A quién se confía con más frecuencia?", el marido por lo general responde: "A mi mujer", y la esposa dice: "A mi mejor amiga".

Cuando se trata de hablar a fondo sobre conflictos, otra vez surge la diferencia de sexos. Muchas mujeres, por ejemplo, adoptan la actitud: "El matrimonio funciona en tanto poda­mos hablar sobre él" En cambio, muchos maridos opinan. "La relación no funciona en tanto sigamos hablando sobre ella".

Conversar sobre problemas hace que algunas personas (en especial los maridos) se sientan cada vez más trastornados; ellos preferirían llegar a una solución rápida y práctica. Pero muchas otras personas (en especial las esposas) quieren hablar a fondo sobre el problema, porque de ese modo logran un sentido de empatía, intimidad y comprensión.

Hombres y mujeres también difieren en el modo de responder a los problemas de uno y otro. Una esposa, por ejemplo, puede compartir un problema con su marido con la esperanza de que él le brinde comprensión y benevolencia. Con no poca frecuencia, sin embargo, el marido deja de ofrecer consuelo. En cambio, todo solícito, trata de brindarle a su mujer una solución práctica, señalándole campos en los que ha tergiversado o malinterpretado la situación, indicándole qué tal vez reacciona en forma exagerada y le aconseja cómo evitar esos problemas en el futuro.

En estas circunstancias, la esposa puede sentirse ofendida y menospreciada. Se irrita porque su marido no se percata de que ella sabe perfectamente qué hacer en tal situación y que sólo quiere su comprensión, tal vez, que él le cuente ex­periencias similares que haya tenido. Si el marido critica su interpretación de la problemática situación, ella podrá consi­derar esta reacción como una censura de su manera de ver las cosas. En cambio, ella desea que de alguna forma él le dé a entender que no es rara, ni está equivocada por reaccionar del modo en que lo hace.

Hombres y mujeres en pareja, con frecuencia discrepan sobre lo que consideran importante en lo que les dicen su pareja. Por ejemplo, un abogado, cuya mujer trabaja en una galería de arte, se queja de que ella siempre quiere contarle “los detalles triviales sobre quién dijo qué cosa a quién", en tanto que a él le hubiera gustado enterarse más sobre la clase de cuadros con los que ella trabaja, cómo ella los evalúa y detalles específicos del negocio, así como las estrategias del comprador. El quiere los hechos y no repara en la importancia de las conversaciones de su mujer con sus colegas. Para su esposa, sin embargo, lo que sucede en la galería entre ella y sus asociados constituye la trama de su vida laboral, sólo una pequeña porción de la atención en su puesto está enfocada sobre detalles de los cuadros en sí mismos. Puesto que ella se concentra sobre sus experiencias interpersonales —que a él le parecen triviales— el marido tiende a aislarla. Entonces ella se siente herida, porque parece que él estuviera diciéndole que no sólo lo que ella cuenta y su trabajo son insignificantes, sino que ella también lo es.

Por otro lado, las satisfacciones máximas de su marido resultan de hablar sobre su profesión de abogado, de política y de deportes. Cuando comienza a hablar sobre cualquiera de estos temas, su mujer piensa que, condescendiente, él le da una conferencia. En verdad, cuando escucho su tono de voz es evidente que hay una nota de arrogante condescendencia, de la cual él no tiene conciencia. (Estas actitudes propias del sexo masculino tienen relevancia entre los maridos y se hacen más patentes cuando sus mujeres se dedican a sus propias profesiones.) En semejante situación, el hombre requiere una cierta toma de conciencia a fin de apreciar la importancia que su pareja otorga a contar sus experiencias laborales interper­sonales. Al mismo tiempo, debe modificar su condescendiente manera de "instruirla" y corregir su valoración con respecto a ella como intelectualmente inferior a él...

También hay que aclarar que, a veces, un hombre puede adoptar un estilo con muchos rasgos femeninos de comunicación y una mujer puede comunicarse de una forma masculina.Y es que aunque estas diferencias, observadas con distancia, pueden parecer hasta cómicas, están en el origen de muchas discusiones de pareja y en el deterioro de muchas relaciones. 

Fuente: texto central adaptado de Con el amor no basta, de Aaron T. Beck. Ed. Paidós.

Jesús Mendieta Martínez


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